sábado, 29 de agosto de 2009

Inhalar, exhalar, sonreír...

(Patricia May)

Inhalar y exhalar, qué cosa más obvia, más de todos los días, más automática, sin embargo, quizás sea desde la atención y aprecio a esas cosas más obvias y sencillas que podríamos gestar una vida más humana. Quizás al no dar importancia a lo común y cotidiano fuimos perdiendo contacto con una sabiduría natural del vivir y a crear una realidad en que tan a menudo cunde el desamor, la violencia, la miseria.

Inhalar y agradecer la abundancia de la vida que nos permite acoger esa fuente de energía vital, inhalar y sentir el aire rozando las ventanas de la nariz y expandiendo la caja torácica y toda la cascada de eventos que se suscitan en nuestro cuerpo activado por el oxígeno.

Inhalar y con ello acoger al mundo en nosotros, a las personas con que nos relacionamos, a las circunstancias del momento. Inhalar y bendecir a la vegetación del planeta que produjo nuestro aire vital.

Retener un momento y entrar en el instante, y visualizar el aire corriendo por nuestras arterias, llenándonos de nueva vida.

Exhalar y dar; dar el aire transformado para los árboles y plantas de la tierra. Exhalar y con ello proyectar lo mejor de nosotros al medio ambiente haciendo de la respiración un acto de entrega, la actitud fundacional de servicio y aporte al entorno.

Luego quedarnos un instante en el vacío, en ese misterioso instante de nada que precede a todo proceso creativo.

Inhala, exhala, sonríe, dice Tich Nath Hanh, maestro vietnamita, sólo por poder permanecer plenamente, sin interferencias ni ansiedades en el acto de respirar, en este presente sin tiempo ya podríamos estar agradecidos de la vida...

La práctica del respirar consciente, pleno y agradecido, como un acto de vitalización, transformación y servicio nos devuelve al sentido fundamental del vivir, nos recuerda el pulso de la naturaleza, nos trae la cordura de una vida donde los ritmos introspectivos, de permanecer hacia dentro en contacto con nosotros mismos son tan importantes como los extravertidos, del quehacer, la acción y el logro. Nos recuerda que deberíamos estar agradecidos por el simple acto de poder respirar, como la plataforma donde nos paramos en la vida.

Respirar consciente y pleno sana al cuerpo permitiendo un mayor caudal de oxígeno y vitalidad a los órganos y sistemas, sana las emociones al aquietarlas, sana las relaciones al permitirnos escuchar y acoger más y mejor, sana los pensamientos volviéndolos más amplios, incluyentes y claros.

Quizás si el tránsito hacia un mundo más humano, ecológico y feliz pase por revalorar cosas tan simples como respirar, caminar y el mensaje oculto de sanidad y sabiduría que ellos ocultan.

Respirar completo y profundo nos conecta con el pulso de la naturaleza, con el flujo del mar, con el día y la noche, con las estaciones del año, con tomar, distribuir y dar, con no recargarnos de más.

Quizás si la nueva educación debería comenzar por la base: aprender el valor de la respiración consciente.

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